martes, 23 de septiembre de 2008

LA VIGENCIA DE UN CLÁSICO PORTEÑO: EL CINE PORNO

He visto(y no me lo han contado: lo he visto) a varios señores de traje y maletín amontonados en viejas y gastadas butacas fascinados por los cuerpos desnudos que se exhibían en una pequeña y vieja pantalla de 29 pulgadas a las 3 de la tarde y en pleno Microcentro...

En el Microcentro porteño todavía quedan nueve cines dedicados a la exhibición de películas pornográficas. Teniendo en cuenta que por los adelantos tecnológicos las personas pueden consumir cualquier tipo de películas sin salir de su casa las razones de este fenómeno son a simple vista difíciles de explicar.

He visto(no me lo han contado: lo he visto) a un joven teniendo sexo con un travesti en un pequeño y descuidado baño.

He visto a prostitutas practicándole sexo oral a los hombres en las butacas y ante la atenta mirada del resto de los presentes.

He visto a gente que paga la entrada de quince pesos pero no observa ni por un segundo la película sino que lo hace para tener un poco de sexo rápido, casual, prohibido. He visto muchas cosas, más de las que podría haberme esperado cuando decidí encarar esta nota.

El tema de los cines porno es un fenómeno más que particular. La pregunta es sencilla: en pleno siglo XXI con las comodidades que otorgan los adelantos tecnológicos, como los videos, DVDs, televisión por cable, Internet, que permiten ver cualquier tipo de película condicionada sin moverse de la intimidad del hogar ¿Por qué siguen existiendo tantos cines porno y tanta gente que los consume?

María Fernanda Pérez Lazarte, psicóloga especializada en sexualidad y pareja y con más de 20 años en la profesión dice: “las razones son muchas, tantas como personas que consumen ese tipo de cine” pero reconoce que hay algunos patrones generales que podrían explicar los porqué: “en esos espacios suele darse la sensación de estar en una zona liberada, donde todo vale y donde absolutamente nadie se va a sorprender, ofender o escandalizar de nada.
Además de que los cines de ese estilo suelen estar ubicados en zonas céntricas y también juega ahí el morbo de estar haciendo algo muy prohibido en un lugar muy público y en horario de oficina”.

Por su parte la también psicóloga, Licenciada Patricia Oliveira dice que las personas que acuden a estos lugares tienen una estructura de personalidad perversa. “El perverso tiene la necesidad de transgredir las normas establecidas desde la moral, la ética. Son personas exhibicionistas y vouyeristas que disfrutan provocando al otro y generándole angustia”.

Según ella en nuestra sociedad existen muchas personas con esos rasgos de personalidad y eso explica la vigencia de los cines pornos a pesar del paso del tiempo y las innovaciones tecnológicas.
Un rápido relevamiento nos indica que en la zona del Microcentro existen en la actualidad 9 cines dedicados a la exhibición de películas pornográficas, la mayoría ubicados en Lavalle, Corrientes y alrededores. Si tenemos en cuenta que cada uno tiene un promedio de tres salas, la cuenta nos deja un saldo de casi 30 pantallas exhibiendo todos los días y a toda hora las más diversas películas pornográficas, nacionales y extranjeras, heteros y gays.

Miguel A., 52 años, y boletero de un cine porno dice: “Cuando empezó el cine porno en la Argentina en al año 84’ la mayoría de las entradas que se vendían eran para las salas gays. Era otra época y para los gays era casi el único lugar público que tenían para encontrarse y conocer gente”. Con el tiempo está tendencia se fue revirtiendo y en la actualidad el público gay y el hetero se reparte en cantidades similares.

NO EXISTEN, PERO QUE LOS HAY LOS HAY:
Los cines porno no están habilitados como tales porque legalmente no hay una normativa sobre ellos, para el INCAA(Instituto Nacional de Cine y Actividades Audiovisuales) , no existen. Por eso funcionan con habilitaciones de cines tradicionales o en algunos casos de pub o boliches bailables. De ahí que en ningún frente se va a ver la palabra pornográfico, condicionadas o el título de las películas que se exhiben.

Sin embargo aunque no lo anuncien con carteles luminosos son fácilmente reconocibles. La pregunta es si son ilegales y están a la vista de todos: ¿por qué siguen funcionando?

Guillermo C., 47 años y 30 de ellos trabajando en cines y teatros confiesa: “hay que arreglar con el comisario de la zona. Cuando no lo haces te empiezan a caer las razzias todos los días, hasta que te cansas y pagas”.

Guillermo tiene mil anécdotas para contar y lo hace con gracia, como cuando cuenta el procedimiento a realizar cada vez que cae la policía: “El boletero toca una especie de alarma entonces en la sala se prende una luz que todo el mundo ya sabe que significa: en cualquier momento llega la ley” dice y entre risas continúa: “Cuando los policías se dirigen a la sala se cambia rápidamente el videocasete y cuando entran se encuentran con un grupo de señores mirando tranquilamente una película de Disney”.

Más allá de la divertida anécdota, para que estos cines sigan funcionando como una especie de zona sexual liberada, se deben poner en funcionamiento diversos mecanismos de corrupción y coimas.

Un oficial de la Comisaría 1° ubicada en Lavalle al 500 y que pide no ser identificado, dice que si se tuvieran que cerrar todos los negocios ilegales se pararía la mitad de la economía del país. Y agrega: “además una cosa es cometer un delito y otra es realizar una actividad ilegal: Nosotros estamos para prevenir y sofocar los delitos. Para lo de las actividades ilegales en todo caso primero se necesita la orden de un juez”. Y asegura que lo de las coimas no es más que un mito, ya que el nunca vio un peso. “Quizás se queden en niveles más altos, como políticos o jueces” asegura.

Sin embargo uno de los motivos por lo que se hace evidente que existen coimas es que en estos cines se práctica abiertamente la prostitución.

Nair es una travesti de 29 años que trabaja hace 4 en un cine aledaño a la calle Corrientes. Confiesa pagarle al dueño del cine $1600 por mes para que la dejan trabajar ahí adentro. Esa cifra es rápidamente recuperada con su trabajo diario y sus ganancias mensuales las calcula en esa cifra multiplicada por cinco o seis. “Hay días que me paso a 35 o 40 tipos. A $30 o $50 según el servicio lo mínimo que hago por mes son $9000”. Admite que la mejor decisión que pudo haber tomado fue dejar los departamentos privados y agarrar el cine. “Acá tengo clientes hace años y el ambiente es muy bueno, cada uno hace la suya sin molestar a nadie. Además con todos los tipos calientes con las películas no se hace difícil conseguir clientes” cuenta.

Después de haber recogido diversas opiniones y visitado varios cines se puede llegar a la conclusión de que las razones de la notable vigencia de estos cines no hay que buscarlas en las posibilidades o restricciones tecnológicas. No importa que las películas se pasen en televisores de 29 pulgadas o en salas en malas condiciones, lo que lleva a sus habitúes a consumir estos cines son razones subjetivas e inconmensurables. Perversión, voyeurismo, exhibicionismo, zona liberada donde todo está permitido, un lugar cómodo donde se pueden contratar los servicios de travestis o prostitutas o simplemente distintas maneras de practicar y disfrutar del sexo son cosas que se pueden vivir en estos cines y que todavía los avances tecnológicos no han podido trasladar a los hogares.

LA CONTRACARA: LA DESAPARICIÓN DE LOS CINES TRADICIONALES DE LAVALLE
Los noventa menemistas fueron nefastos para toda la economía nacional y los cines no fueron la excepción. A diferencia de los cines porno, los cines tradicionales, comunes, que años atrás poblaban la calle Lavalle entre Carlos Pellegrini y Maipú han prácticamente desaparecido. De los 15 que existían hasta entrados los años 90´ solo sobrevivieron tres: el Monumental, el Electric y el Atlas. Los demás han sido reciclados como templo evangelista, galerías, salón de videojuegos, local de venta de objetos importados y disquerías.

Norberto Feldman dueño del Electric y del Monumental y presidente del Paseo Peatonal Lavalle dice que la debacle comenzó con la llegada al país de las cadenas multinacionales como Village o Cinemark y las leyes de flexibilización laboral que se sancionaron para los trabajadores de las mismas.

Es imposible competir con esos monstruos de capitales multinacionales que encima ahorran costos laborales porque explotan al máximo a sus empleados y no respetan ningún convenio” asegura. Así se explica en parte como Lavalle, la tradicional capital de cine porteño, quedo con solo tres cines tradicionales y se convirtió en una zona plagada de tiendas de objetos importados, comercios de ropa de cuero y souvenir para turistas, saunas, prostibulos y cines pornos.

Por Ariel Cortéz
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