martes, 28 de octubre de 2008

Yo me amo, tu te amas, el se ama, ella se ama… todos disfrutan

Hombre con hombre, mujer con mujer, mujer con hombre y mujeres con hombres. A medidas que pasa el tiempo, las prácticas sexuales bien entendidas parecen ser consideradas con -al menos- dos participantes.

¿Pero qué ocurre con nuestras viejas costumbres de autosatisfacción? ¿Deben quedar olvidadas y relegadas a los “años mozos”? ¿Son apenas una forma de llenar un vacío en nuestras camas? Una vuelta a las bases para rescatar una actividad fundamental en nuestra vida: la masturbación.

Haz lo que yo digo…

La vida sexual de los hombres y de las mujeres parece seguir una suerte de evolución ligada directamente a las posibilidades de éxito y a la forma de relacionarse con otra persona. La exploración del propio cuerpo es vista como una forma de descubrirse a si mismo y de canalizar energías en la pubertad o solo cuando “no hay otra cosa mejor a mano”.

Es que el “pajero” está mal visto en la mayoría de los círculos, relegando esta práctica y a sus adeptos a personas que, por diferentes cuestiones, no puede conseguir “nada mejor”. Seamos sinceros, todos hemos sido testigos o protagonistas de relatos sobre diferentes conquistas y/o epopeyas sexuales.

Estas crónicas embisten al autor de una posición de status y popularidad. Pero nadie se anima a comenzar una charla en un bar con la frase “no saben la paja que me mandé ayer”. No, de ninguna manera… un maremoto de calificativos de todo tipo caería en forma de lluvia sobre el desgraciado hedonista. Masturbarse, tocarse, autocomplacerse, cascarse, acariciarse o pajearse es considerado una práctica que todos practican, que todos saben que todos practican, pero que pocos tienen las agallas de reconocer como propia y defenderla una alternativa válida más allá de la sequía.

Salgamos del baño

¿Por qué relegar y renegar de una actividad que es considerada como fundacional en nuestra vida sexual? ¿Por qué destinarla a noches de soledad en nuestro hogar, justo después de la película pero antes del helado? ¿Por qué encerrarla en el baño, ese lugar donde el ser humano parece separarse de la humanidad y de la vida en sociedad?

Masturbarse puede ser una actividad no sólo útil para conocer mejor nuestro cuerpo y sus exigencias, sino también una experiencia placentera, lúdica, gratificante y saludable. La clave está en el contexto y el valor que cada uno le otorgue a partir de la práctica.

Como decíamos antes, la mayor parte de las personas que reconocen que se masturban en forma frecuente, reducen este momento a situaciones poco planificadas y en general poco artificiosas. La ducha es uno de los lugares más comunes donde llevamos a cabo este ejercicio (quizás a causa de la practicidad y de la disponibilidad de la situación). Esto nos lleva a adecuarnos los tiempos asignados al baño y a las comodidades del mismo (de más esta decir que insuficientes).

Tratemos de imaginarlo de otra manera. Tratemos de planificar nuestro momento de felicidad de otra forma. Primero seleccionando otro lugar donde nos sintamos más cómodos y más a gusto. Las posibilidades son infinitas: música de fondo, luz tenue, algún delicioso brebaje para saborear o para comer. La clave es tratar de hacer de ese momento algo especial, lejos del frío de los azulejos de los baños y sus apáticos artefactos. Disfrutar de nuestro cuerpo y dejar volar la imaginación sin limitaciones.

Algunos me acusarán de ser un narcisista incorregible pero considero que las atenciones nunca son suficientes cuando se trata de buscar alguna forma de placer, que por práctica también puede ser orientada a otra persona… La fórmula es sencilla: buscar nuestro propio placer + conocer nuestra geografía y nuestra química + ejercitar nuestra mente = mejor forma de relacionarse con nosotros mismos y con nuestros futuras pareja, amantes, etc.

Para empezar a terminar

Las posibilidades son infinitas y quedan a gusto del consumidor. Consideraremos en posteriores envíos la posibilidad de publicar una guía para el amante personalizado. Los que así lo desean pueden dejarnos comentarios al respecto, así como algunas opciones provenientes de sus experiencias (siempre hay algo nuevo bajo el sol).

Lo mejor es poner manos a la obra, planificar un momento de tranquilidad o disfrutar de lo espontáneo, pero siempre teniendo en cuenta que masturbarse es una actividad que no necesariamente tiene que ser relacionada a la falta de oportunidades o a la soledad… Además, como reza una frase que alguna vez escuche: “no hay nada mejor que hacer el amor con la persona que uno más quiere, es decir, uno mismo”.

Por Diego Quiroz

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